Cliente agresivo. Cómo es. Cómo tratarle. Cómo venderle

Cualquiera puede ser un cliente agresivo, grosero, irrespetuoso u ofensivo en un mal momento. Es cuestión de que existan los ingredientes suficientes para que estalle la bomba.

Es imprescindible prestar atención para intentar prevenir la situación y controlarla en la medida de lo posible.

Incluso los cliente ofensivos son muy interesantes para ti. Aquí lo tienes, y puedes conocer otros tipos de clientes y cómo tratarlos.

Cómo es el cliente agresivo

Mejor que preguntarte cómo es el cliente agresivo, es que analices el proceso por el que pasa un cliente hasta enfadarse de verdad.

Cliente agresivo. Cómo es. Cómo tratarle. Cómo venderle

Es altamente improbable que una persona llegue a una entrevista o entre en un local, e inmediatamente grite con agresividad a la persona que le atiende. En ese caso podríamos pensar, más bien, en algún tipo de locura o síndrome.

Sin embargo, es cierto que hay seres más fácilmente irritables que otros, y, si estás en contacto con ellos, debes saber reconocerlos. Me gusta más hablar de clientes con tendencia a la agresividad.

En mi experiencia he observado dos grandes tipos de agresivos:

  • Los enfadados permanentes. Son personas de queja fácil, extrovertidos en sus sentimientos, aunque poco empáticos, y que no son precisamente corteses en la forma de hablar. En los primeros contactos miran poco a los ojos, van a la suya. En definitiva, siempre están de malhumor con el mundo.
  • Los de fuertes cambios de humor. Son personas de carácter, que encajan a menudo con el perfil de cliente dominante, si bien no todos los clientes dominantes son agresivos. Son volubles: Un día pueden estar de un buen humor fenomenal, y otro montar un verdadero conflicto por no ser bien atendidos o por un pequeño problema que ellos perciben como enorme. Son empáticos y cordiales mientras no le toquen la fibra sensible.

Características de un cliente agresivo

Presta atención a estas posibles características de un cliente agresivo, y así podrás anticiparte en el trato que le das:

  • Rostro serio, y es probable que si le sonríes siga manteniendo su aspecto imperturbable.
  • Habla poco, y cuando comienza la conversación va muy directo a sus intereses. Seguramente no te dará ni los buenos días.
  • Impaciencia y nerviosismo si está esperando en una cola o no sabes una respuesta y debes dejarlo para ir a consultar.
  • Queja. Se queja por asuntos que para ti son nimiedades, pero para él son muy importantes. Y apunta contra el producto, contra ti y contra la empresa.
  • Razón. Quizás tengan razón, pero la llevan al extremo, y es una bandera que no sueltan jamás.
  • Formas. Utiliza expresiones que rozan lo ofensivo, grosero o irrespetuoso, y van a más en la medida en que no consigues tranquilizarlo. Puede tratarte de falta de inteligencia, porque lo que estas personas piensan les parece obvio y que debería ser pensado por cualquier interlocutor.
  • Sin límites. Son impertinentes e intentan meterse con facilidad en asuntos que no les incumben.
  • Agresividad física. Es una situación algo excepcional, que se puede dar con uno de estos clientes si no sabemos tratarlos convenientemente. Lo más normal es la agresividad emocional o verbal.

Ten en cuenta siempre que un cliente agresivo necesita hacer compras como cualquier otro, por lo que, si consigues tener mano izquierda para mantenerlo dentro de los cauces, te comprará siempre a ti. Y tú sabrás que, simplemente, suele estar de malhumor, aunque contigo se entiende.

Razones por las que tu cliente está agresivo

Como hemos dicho, la actuación agresiva es una mezcla de características personales y situaciones propicias. Un cliente no puede enfadarse si no tiene a alguien delante con quien interactuar. Controlar ese intercambio es la clave.

Veamos algunas de las causas de la agresividad:

  • Un mal día puede hacer que tu cliente, más o menos normal, saque a relucir su ira. Quizás no es una persona especialmente combativa. Sin querer, tú puedes haber sido la gota que colma el vaso de un cúmulo de circunstancias negativas para esa persona. Tenlo en cuenta antes de prejuzgar a tu cliente y sacar tu propio carácter. Y, sobre todo, piensa que quizás tú también tienes un mal día, y ahí es donde debes demostrar la profesionalidad.
  • Frustración. Si una persona está en un entorno privado o laboral opresor, cuando sale fuera puede desbocarse y aplicar a los demás la misma medicina que está recibiendo. Solemos comportarnos según nos tratan. Es un aprendizaje negativo. Pensar en tu cliente como una persona digna de compasión te ayudará a tratarle mejor.
  • Carácter. Genéticamente o culturalmente, hay personas agresivas o con carácter fuerte que no pueden dominar. No intentes atacar este hecho porque no hay nada que hacer.
  • Psicopatía. Hay personas que, directamente, tienen una falta absoluta de empatía con los demás. No son enfermos, y saben cómo te sientes si te tratan de determinadas formas. ¿Por qué lo hacen? Porque quieren conseguir su objetivo, y, cuando lo consiguen, cambian según la nueva situación. Son muy buenos actores.

Cómo tratar a un cliente agresivo

El reto de cómo tratar a un cliente agresivo está, como siempre en tus habilidades profesionales. Entrénalas.

Cuando me enfrento a situaciones complejas me gusta pensar que estoy en una obra de teatro, y que el asunto no va conmigo, no es personal, y tengo que interpretar un papel. El mejor papel para conseguir vender.

Enfoca tu actuación en estas pautas y verás que los resultados mejoran mucho:

  • Asertividad. Mantén la calma y paciencia. Tu lenguaje corporal debe estar acorde a la situación, mirar a los ojos, manos a la vista, posición de frente, asentir con la cabeza, enfocar la atención.
  • Educación y cortesía. Se suele decir que si uno no quiere dos no discuten, y es bastante cierto. Si eres un muro de amabilidad firme, será difícil que nadie pueda contigo.
  • Templanza, fuera nervios. No caigas en las redes de la ira natural que te vendrá ante las provocaciones. Si tu cliente percibe nervios sabrá que está empezando a ganar. Debe percibir seguridad y tranquilidad.
  • No tocar. Ni se te ocurra tocar a una persona colérica o invadir su espacio. Lo ideal es que haya un mostrador, mesa, o elemento delante que marque los territorios.
  • Escuchar. La explosión del enfado va pasando si el cliente puede hablar, gritar o explicarse, lo que sea. Haces de tripas corazón, escuchas, empatizas y tomas nota. Ya tendrás ocasión de elegir qué razones o explicaciones darle cuando haya bajado la burbuja; y nunca interrumpas en la fase más agresiva.
  • Mostrar sorpresa. Una buena técnica de empatía hacia el cliente agresivo es mostrar sorpresa o disgusto por la mala experiencia que dice tener. Es una forma de ponerte de su lado y que lo perciba. Al mismo tiempo darás la sensación de que los problemas no son habituales y que trabajáis con preocupación para resolverlos.
  • Pedir respeto. Si tú estás manteniendo la compostura, en el momento oportuno puedes pedir al cliente que te trate con respeto. Si es obvio que te está maltratando, es posible que ganes una micro-batalla, para que retroceda algo en su agresividad.
  • Sinceridad. Di la verdad. Si el cliente tiene razón harás más corta la discusión si se la das que si se la discutes. Rebatir a una persona enfadada, si tiene mínimos motivos para estarlo, es batalla perdida, es de tontos. Sin embargo, no eches la culpa a otras personas o departamentos de la empresa; formáis un equipo y la responsabilidad es de todos, por lo que asume el chaparrón, y ya tomarás medidas internas cuando proceda, pero no critiques de forma abierta delante de tu cliente.
  • Tus límites. Es posible que la situación requiera una solución que está fuera de tus límites marcados por la empresa. Los clientes agresivos suelen saber esto, y a menudo piden hablar con alguien de rango superior. Debes tener muy claro y hablado con tus jefes cuándo has de pasarles a un cliente para que pongan remedios especiales. Llegado el caso, no niegues al cliente su petición de hablar con otra persona, ni la retrases, porque entras de nuevo en otro punto de conflicto.
  • Pregunta. Cuando tu cliente haya acabado de hablar, viene bien repetir los puntos de su queja. Así se da cuenta de que hemos atendido y entendido lo que dice, y sirve para llegar a un punto inicial de acuerdo sobre el que trabajar una solución.
  • Participación. En ocasiones es muy bueno preguntar al cliente cómo quedaría satisfecho su problema, para que tengamos ocasión de resolver yendo al grano y sin equivocarnos en la decisión. Como es lógico, amortiguaremos la solución según las normas de la empresa y el poder que tengamos en nuestra organización.
  • Profesionalidad. Resuelve todas las peticiones que te hagan con educación y apoyándote en las herramientas de tu empresa: procedimientos, normas, listas de precios, condiciones de ventas.
  • Rapidez. No hagas largo el proceso, no hagas esperar. Ante una situación extrema hay que resolver cuanto antes, tanto en beneficio del cliente, como de otros posibles clientes presentes.

Ana Vicent García